Es muy común que la gente nos pregunte ¿cuál es la diferencia entre la miel orgánica y la miel convencional?, y si realmente vale la pena elegir una sobre la otra. La duda es totalmente válida, sobre todo hoy en día que hay tantas opciones en las góndolas y que muchas veces los envases no explican bien qué significa cada cosa.
Primero, hay que entender que tanto la miel orgánica como la convencional vienen del mismo lugar: las abejas. Las diferencias no están en las abejas en sí, sino en cómo se maneja el entorno donde ellas trabajan y en cómo se procesa la miel una vez extraída. En el caso de la miel orgánica, lo que se busca es que todo el proceso, desde la flor hasta el frasco, sea lo más natural y libre de productos químicos posible. Esto implica que las colmenas estén ubicadas en zonas donde no haya cultivos tratados con agroquímicos, que las abejas no se alimenten con jarabes artificiales durante el invierno, y que no se usen medicamentos sintéticos para tratar enfermedades en las colmenas. Además, la miel orgánica no se somete a procesos industriales que puedan alterar su composición, como el calentamiento excesivo o la filtración que elimina el polen.
En cambio, la miel convencional puede provenir de colmenas ubicadas cerca de cultivos que usan pesticidas o fertilizantes químicos, y es común que se les dé a las abejas algún tipo de suplemento artificial cuando hay escasez de flores. También puede pasar por procesos de pasteurización o filtrado que, si bien ayudan a que la miel se vea más clara y fluida, le quitan parte de sus propiedades naturales.
Entonces, ¿cuáles son las ventajas concretas de la miel orgánica? En primer lugar, muchas personas la eligen porque quieren consumir un producto más puro, más cercano a lo que la naturaleza ofrece. Al no estar expuesta a residuos de agroquímicos ni a tratamientos industriales, la miel orgánica conserva mejor sus propiedades naturales, como las enzimas, los antioxidantes y los minerales que trae de las flores. Esto no quiere decir que la miel convencional no tenga beneficios, pero sí que la orgánica tiene más chances de mantenerlos intactos.
Otra ventaja importante es que al elegir miel orgánica se está apoyando un tipo de producción más respetuosa con el medio ambiente y con las abejas. La apicultura orgánica requiere cuidar mucho el entorno, mantener la biodiversidad, y evitar prácticas que puedan estresar a las abejas o alterar su comportamiento natural. Para muchos consumidores, esto también suma valor, porque sienten que están contribuyendo a un sistema más sustentable.
Ahora bien, también es cierto que la miel orgánica suele ser un poco más cara. Y ahí aparece otra pregunta lógica: ¿vale la pena pagar esa diferencia? Si te interesa consumir alimentos más naturales, sin residuos químicos, y apoyar una forma de producción más consciente, entonces sí, puede valer la pena. Pero si tu presupuesto es más ajustado, o simplemente querés una miel rica para endulzar un té o una tostada, una buena miel convencional también puede ser una opción válida, siempre que esté bien hecha y no haya sido adulterada.
Un punto que me parece clave aclarar es que no toda la miel que se vende como “natural” o “pura” es necesariamente orgánica. Muchas veces se usan esos términos en las etiquetas, pero eso no garantiza que cumpla con las normas de certificación orgánica. Para estar seguros, hay que buscar que tenga el sello de un organismo certificador reconocido. Esa es la única forma de saber que realmente se siguieron los estándares que exige la apicultura orgánica.
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