Una de las preguntas más comunes que suele surgir cuando hablamos de productos naturales es si en el proceso de obtención se perjudica a los animales que los producen. En el caso del trabajo de las abejas, mucha gente se pregunta si ellas mueren cuando se les saca la miel. Es una inquietud válida, sobre todo para quienes se preocupan por el bienestar animal y quieren consumir de manera más consciente.
Para empezar, es importante entender cómo funciona una colmena. Las abejas son insectos sociales que viven en grupos organizados, donde cada una cumple un rol específico. Hay una reina, que es la única que pone huevos; están las obreras, que hacen casi todo el trabajo, desde recolectar néctar hasta construir los panales; y también hay zánganos, que tienen una función reproductiva. Las obreras son las que producen la miel a partir del néctar que recolectan de las flores. Ese néctar lo transforman dentro de su cuerpo y luego lo almacenan en celdas dentro del panal, donde se deshidrata y se convierte en ese alimento dulce que todos conocemos.
Ahora bien, esa sustancia no es un simple antojo para ellas. Es su reserva de energía, especialmente para los meses en los que no hay flores disponibles, como el invierno. Por eso, cuando un apicultor extrae miel, lo que está haciendo es tomar parte de esa reserva. La clave está en cómo se hace esa extracción. Si se realiza de forma responsable, no solo no mueren abejas, sino que la colmena sigue funcionando con normalidad.
Un apicultor que cuida a sus abejas no les saca toda la miel. Deja siempre una porción suficiente para que puedan alimentarse. Además, en muchos casos, se les ofrece un suplemento, como jarabe de azúcar o preparados especiales, para asegurarse de que no les falte comida. Esto es especialmente común en regiones frías o cuando las condiciones climáticas no acompañan. También es importante saber que durante la cosecha, las abejas no son lastimadas si se trabaja con cuidado. Existen métodos que permiten retirar los panales sin aplastar ni dañar a las obreras. Se usan herramientas suaves, como cepillos o aire, para alejarlas de los cuadros que se van a sacar. Luego, esos cuadros se llevan a una sala de extracción, donde se separa la miel sin necesidad de matar a ninguna abeja.
El mito de que las abejas mueren al sacarles la miel puede venir de una confusión con lo que pasa cuando una abeja pica. En ese caso sí muere, porque al clavar el aguijón en la piel de un mamífero, lo pierde junto con parte de su abdomen. Pero eso no tiene nada que ver con la cosecha. Las abejas no pican durante la recolección si se las trata con respeto y se toman las precauciones necesarias. Además, muchas veces el apicultor usa humo, que no las mata, sino que las calma. El humo les da la señal de que puede haber un incendio, entonces se preparan para huir, se llenan el estómago de miel y se vuelven menos agresivas. Esto facilita el trabajo sin causarles daño.
Claro que no todo es color de rosa. Hay prácticas industriales o poco éticas que sí pueden perjudicar a las abejas. Por ejemplo, cuando se explotan colmenas al máximo, se las traslada constantemente o se les extrae más de lo que pueden reponer, el estrés y las enfermedades aumentan. También el uso de pesticidas en los campos afecta a las abejas, aunque no tenga que ver directamente con la cosecha. Por eso es tan importante conocer el origen del producto que consumimos. Si elegimos productores locales, que trabajen de forma sustentable y respetuosa, no solo estamos disfrutando de un alimento natural, sino también apoyando una actividad que puede ser muy beneficiosa para el medio ambiente.
Las abejas cumplen un rol fundamental en la polinización, que es clave para que muchas plantas den frutos. Cuidarlas es cuidar la biodiversidad. Entonces, si te gusta la miel y te preocupa el bienestar de estos insectos, lo mejor que podés hacer es informarte, preguntar cómo se produce lo que comprás y elegir con conciencia. No se trata de dejar de consumir, sino de hacerlo de manera responsable.
En resumen, no, las abejas no mueren cuando se les extrae la miel, siempre que se haga de forma adecuada. Como consumidores, tenemos el poder de apoyar prácticas que respeten la vida y el equilibrio natural. Y si alguna vez tenés la oportunidad de visitar una colmena o hablar con un apicultor, no dudes en hacerlo. Ver de cerca cómo trabajan estos pequeños seres es una experiencia fascinante que ayuda a valorar aún más todo lo que nos ofrecen.
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