¿Tomar una cucharadita de miel ayuda a curar el resfrío? Esta es una de esas preguntas que todos nos hicimos alguna vez, sobre todo cuando sentimos la garganta irritada o no paramos de toser. Desde chicos, muchas veces nuestras abuelas o madres nos ofrecían una taza de té caliente con limón y una buena porción de ese oro dulce, asegurando que era lo mejor para aliviar los síntomas. Pero, ¿qué dice realmente la ciencia sobre esto? ¿Es solo un remedio casero o hay algo más detrás?
Primero, es importante entender que el resfrío común es causado por virus, y no hay un medicamento que lo cure de forma directa. Lo que solemos hacer es tratar los síntomas mientras el cuerpo se encarga de combatir la infección. En ese contexto, algunos productos naturales pueden ayudar a sentirnos mejor, y ahí es donde entra este alimento producido por las abejas.
Durante años, se investigaron sus propiedades y muchos estudios coinciden en que puede ser útil, sobre todo para calmar la tos y suavizar la garganta. La Organización Mundial de la Salud, por ejemplo, la menciona como una opción válida para aliviar la irritación, sobre todo en niños mayores de un año. Esto se debe a que tiene una textura espesa que recubre las mucosas y genera una sensación de alivio bastante inmediata. Además, su sabor agradable ayuda a que sea bien aceptada, incluso por los más chicos.
Pero no es solo cuestión de textura o sabor. Se sabe que contiene pequeñas cantidades de compuestos con propiedades antimicrobianas, como el peróxido de hidrógeno, que se forma de manera natural dentro del producto. También tiene antioxidantes y algunos minerales, aunque en cantidades muy pequeñas. Algunos estudios sugieren que estos componentes pueden ayudar a reducir la inflamación y combatir ciertos microorganismos. Sin embargo, hay que ser claros: esto no significa que cure el resfrío, sino que puede colaborar con el alivio de algunos síntomas.
Un trabajo publicado por investigadores de la Universidad de Oxford en 2020 analizó varios estudios anteriores y concluyó que puede ser más efectiva que algunos jarabes comerciales para aliviar la tos nocturna. Esto es importante, porque dormir bien es clave para recuperarse más rápido. En ese mismo análisis, se vio que quienes la consumían tenían menos episodios de tos y dormían mejor que quienes tomaban otros tratamientos. Aun así, los mismos autores aclararon que hacen falta más investigaciones para confirmar estos resultados en distintos grupos de personas.
Ahora bien, también hay que tener ciertas precauciones. No se recomienda dársela a bebés menores de un año, porque podría contener esporas de una bacteria que, en casos raros, puede causar botulismo infantil, una enfermedad grave. Para los adultos y los chicos más grandes, su consumo moderado no presenta riesgos, salvo que haya alguna condición médica específica, como diabetes, en cuyo caso conviene consultar antes con un profesional.
En cuanto a la cantidad, no hace falta exagerar. Una cucharadita antes de dormir o disuelta en una infusión tibia puede ser suficiente para notar sus efectos. No se trata de reemplazar un tratamiento médico, sino de sumar un recurso natural que puede hacernos sentir mejor mientras el cuerpo se recupera solo, como suele ocurrir con los resfríos.
También es importante prestar atención a la calidad del producto. No todas las opciones que se ven en las góndolas son iguales. Algunas están muy procesadas o mezcladas con jarabes de azúcar, lo que reduce sus beneficios. Lo ideal es elegir una miel cruda, sin filtrar ni calentar en exceso, ya que así conserva mejor sus propiedades. Si se puede conseguir de un productor local o en una feria de confianza, mejor todavía.
En definitiva, aunque no es una cura milagrosa, este alimento ancestral puede ser un buen aliado cuando estamos congestionados o con tos. Nos conecta con una tradición que viene de generaciones y, al mismo tiempo, tiene respaldo en la evidencia científica. Como siempre, lo más importante es escuchar al cuerpo, descansar bien, tomar mucho líquido y, si los síntomas empeoran o se prolongan, consultar con un médico.
La próxima vez que sientas esa molestia en la garganta o empieces a toser, no está de más probar con una cucharadita de miel. A veces, los remedios más simples son los que mejor nos hacen sentir.
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