Es muy común que la gente me pregunte si la miel tiene fecha de vencimiento. Y la verdad es que no me sorprende, porque en casi todos los productos que compramos aparece una fecha de caducidad bien clara, y eso nos hace pensar que todo lo que consumimos tiene un límite de tiempo para ser seguro o útil. Pero con la miel, la cosa es un poco distinta, y te lo digo como apicultor con años de experiencia: la miel, si está bien conservada, no se vence.
Sí, leíste bien. La miel no se vence en el sentido en que lo hacen otros alimentos. Es uno de los pocos productos naturales que puede durar muchísimo tiempo sin echarse a perder. De hecho, se han encontrado vasijas con miel en tumbas del antiguo Egipto que todavía estaba en condiciones de ser consumida. Eso no significa que la miel sea mágica, sino que tiene propiedades muy particulares que la hacen casi eterna.
La miel es un alimento con muy poca humedad y un alto contenido de azúcares naturales. Esta combinación hace que las bacterias y los hongos no puedan desarrollarse fácilmente en ella. Además, tiene un pH bastante ácido, lo que también ayuda a que no se contamine. Y para completar, las abejas le agregan unas enzimas que actúan como conservantes naturales. Todo esto hace que, si la miel se guarda bien, no se estropee con el tiempo.
Ahora, eso no quiere decir que la miel no cambie. A veces, la gente se asusta cuando ve que la miel se cristaliza, o sea, que se pone más espesa o incluso sólida, con una textura granulada. Pero eso no es que se haya arruinado. Al contrario, es una señal de que la miel es pura y natural. La cristalización es un proceso completamente normal, que depende del tipo de flores de donde proviene el néctar y de cómo se haya almacenado. Si te molesta la textura, podés calentarla suavemente a baño maría, sin que el agua hierva, y va a volver a su estado líquido sin perder sus propiedades.
Lo que sí puede afectar la calidad de la miel es cómo y dónde se guarda. Si la dejás destapada o en un lugar muy húmedo, puede absorber agua del ambiente, y eso sí puede hacer que fermente o se eche a perder. Por eso, siempre recomiendo guardarla en un frasco bien cerrado, en un lugar fresco y seco, lejos de la luz directa del sol. No hace falta ponerla en la heladera, con tenerla en la alacena alcanza.
En los frascos de miel que se venden en comercios, vas a ver que tienen una fecha de vencimiento. Eso es porque la ley exige que todos los productos alimenticios tengan una fecha estimada de consumo preferente. Pero en el caso de la miel, esa fecha no indica que después ya no se pueda consumir, sino que es una orientación del tiempo en el que el productor garantiza que la miel mantiene todas sus cualidades intactas, como el aroma, el sabor y la textura. Pasada esa fecha, puede cambiar un poco alguna de esas características, pero la miel sigue siendo perfectamente comestible.
También me preguntan si hay que tener cuidado con la miel vieja. Y mi respuesta es que, si estuvo bien guardada y no tiene olor raro ni signos de fermentación, se puede usar sin problema. Lo importante es confiar en los sentidos: si huele bien, sabe bien y se ve bien, está bien. Y si tenés dudas, podés probar una cucharadita y ver cómo está. La miel no se pone rancia como otros productos, pero si alguna vez fermentó por exceso de humedad, vas a notarlo enseguida por el olor ácido o alcohólico.
Como consejo final, te diría que si tenés miel en casa que hace mucho que no usás, no la tires. Probala. Lo más probable es que siga siendo deliciosa y nutritiva. Y si está cristalizada, no te preocupes, eso no es señal de que esté mala. Al contrario, es una buena señal. La miel es un regalo de la naturaleza, elaborado por las abejas con un trabajo increíble, y si la cuidás bien, te puede durar años sin perder su esencia. Así que no te dejes llevar por la fecha del envase. Usá tus sentidos y disfrutá de este alimento noble como se merece.
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