Miel consciente: ¿Cómo disfrutarla sin dañar a las abejas?

a person cutting a piece of honeycomb with a knife

¿Es posible disfrutar de la miel sin hacerle daño a las abejas? Esta es una pregunta que cada vez más personas se hacen, sobre todo quienes buscan consumir productos de manera consciente y respetuosa con el medio ambiente. La preocupación es válida, porque las abejas son fundamentales para la vida en el planeta, no solo por lo que producen, sino porque polinizan más del 70% de los cultivos que comemos. Entonces, si queremos cuidarlas, ¿está bien seguir recolectando lo que hacen?

Para entender esto, primero hay que saber cómo funciona una colmena. Las abejas producen miel como reserva de alimento, especialmente para pasar el invierno, cuando no pueden salir a buscar néctar. Lo hacen a partir del néctar de las flores, que recogen, transforman y almacenan en los panales. En una colmena sana y bien cuidada, una parte de esa reserva puede ser retirada sin perjudicar a la colonia. De hecho, muchas veces las abejas producen más de lo que necesitan, y si se hace con cuidado, se puede extraer ese excedente sin afectar su bienestar.

El problema aparece cuando se prioriza la producción por encima del cuidado del enjambre. En la apicultura industrial, que busca altos volúmenes y bajos costos, se suelen aplicar prácticas que sí pueden dañar a las abejas. Por ejemplo, se las traslada largas distancias para polinizar cultivos, se les da jarabe de azúcar en vez de dejarles parte de su producción natural, o se usan productos químicos para controlar enfermedades. Todo eso puede estresarlas, debilitarlas o incluso matarlas. En esos casos, claramente no estamos hablando de una producción respetuosa.

Pero existe otra forma de trabajar, más cercana a la naturaleza y al ritmo de las abejas. Muchos apicultores, sobre todo los que tienen colmenas en pequeña escala o que siguen principios orgánicos o regenerativos, ponen el foco en la salud del enjambre. Observan el comportamiento de las abejas, respetan sus tiempos, y solo retiran lo que realmente sobra. Además, suelen ubicar las colmenas en lugares con buena diversidad de flores, lejos de cultivos con agroquímicos, y evitan el uso de sustancias artificiales. En estos casos, la relación entre humanos y abejas puede ser beneficiosa para ambos: las abejas tienen un lugar cuidado donde vivir, libres de depredadores y con buena ventilación, y el apicultor recibe parte de lo que ellas producen sin poner en riesgo su supervivencia.

Hay incluso quienes van un paso más allá y eligen no extraer nada, dejando toda la producción para las abejas. Esta decisión es válida y respetable, sobre todo si uno siente que no quiere intervenir en absoluto. Sin embargo, también es cierto que, si se hace con responsabilidad, la recolección puede formar parte de un vínculo equilibrado. El punto clave está en cómo se hace, no solo en el hecho de hacerlo.

Como consumidores, tenemos un rol importante. Podemos informarnos sobre el origen del producto que compramos, buscar opciones locales, preguntar si se trabaja con prácticas sostenibles, y elegir a quienes priorizan el bienestar del enjambre por sobre la cantidad. También podemos valorar el trabajo que hay detrás de cada frasco, porque criar abejas con respeto lleva tiempo, dedicación y conocimiento. No se trata solo de sacar un producto, sino de acompañar un proceso natural.

En definitiva, sí, es posible obtener miel sin dañar a las abejas, siempre que se haga con conciencia y cuidado. No todas las producciones son iguales, y como consumidores tenemos el poder de apoyar las que realmente respetan a estos seres tan esenciales. La próxima vez que tengas un frasco en las manos, pensá en todo lo que implicó que ese alimento llegue hasta vos. Y si podés, elegí con el corazón y con la cabeza, porque cada decisión cuenta.


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