¿Es verdad que la miel oscura tiene más propiedades que la clara? Esta es una pregunta que muchas personas se hacen cuando están frente a la góndola del supermercado o en una feria, tratando de elegir entre los frascos dorados y los más ambarinos, casi negros. La diferencia de color no solo llama la atención, sino que también despierta la duda sobre cuál es mejor para la salud o más nutritiva. Y como suele pasar con los alimentos naturales, la respuesta no es tan simple como un sí o un no, pero sí hay algunas cosas claras que vale la pena saber.
Primero, es importante entender que el color depende principalmente de las flores de las que proviene el néctar que recolectan las abejas. No es que una esté más procesada o sea más pura que la otra, sino que cada tipo de flor le da al producto final un tono, un sabor y una textura distintos. Por ejemplo, si las abejas visitan flores de eucalipto o de algarrobo, es probable que el resultado sea más oscuro, con un sabor más intenso y hasta un poco amargo. En cambio, si se alimentan de flores como las del citrus o del trébol, el resultado suele ser más claro, suave y dulce.
Ahora bien, cuando se habla de si una es “más poderosa” que la otra, generalmente se está pensando en sus beneficios para la salud. Y acá es donde la variedad más oscura suele llevar una pequeña ventaja. Diversos estudios han mostrado que las mieles más oscuras tienden a tener una mayor concentración de minerales como hierro, magnesio y potasio, además de compuestos antioxidantes. Estos antioxidantes ayudan a combatir los radicales libres en el cuerpo, que son los responsables del envejecimiento celular y de algunas enfermedades. También se ha observado que tienen una mayor actividad antimicrobiana, es decir, que pueden ayudar a combatir ciertos gérmenes o bacterias.
Eso no quiere decir que las variedades más claras no sean saludables. De hecho, todas las mieles puras tienen propiedades antibacterianas y antiinflamatorias, además de ser una buena fuente de energía natural. Lo que cambia es la intensidad de esos beneficios, que puede ser un poco mayor en las versiones más oscuras. Pero ojo, esto no significa que haya que dejar de lado las claras. Muchas personas las prefieren por su sabor más suave o porque combinan mejor con ciertas comidas o infusiones. Además, cada organismo es distinto y lo que a uno le sienta bien, a otro puede no resultarle igual.
También hay que tener en cuenta que no todo lo que parece oscuro es necesariamente más puro o más sano. En algunos casos, el color puede deberse al proceso de almacenamiento o a un calentamiento excesivo durante el envasado, lo que puede afectar sus propiedades. Por eso, más allá del color, lo importante es asegurarse de que sea un producto natural, sin agregados ni procesos industriales que alteren su composición. Lo ideal es elegir una opción cruda o sin filtrar, que conserve todos sus nutrientes y enzimas naturales.
Otro punto interesante es que, justamente por su sabor más fuerte, la miel negra suele usarse en menor cantidad, lo que puede ser útil si uno está tratando de reducir el consumo de azúcares. Con una cucharadita alcanza para endulzar una infusión o una tostada, mientras que con las más suaves a veces se tiende a usar más. En ese sentido, puede ser una aliada para quienes buscan moderar su ingesta calórica sin resignar sabor.
En definitiva, tanto la miel oscura como la clara tienen sus virtudes y su lugar en la cocina y en la salud. La elección depende de lo que uno esté buscando: si querés un sabor más delicado para una receta o una infusión, probablemente te convenga una más clara. Si en cambio te interesa aprovechar al máximo sus propiedades antioxidantes y no te molesta un gusto más fuerte, entonces la oscura puede ser una buena opción.
Como consejo final, lo mejor que podés hacer es probar distintas variedades, y encontrar la que más te guste y mejor te haga sentir. Porque más allá del color, lo importante es que sea auténtica, que venga de un proceso respetuoso con las abejas y el medio ambiente, y que la disfrutes como parte de una alimentación equilibrada. Al fin y al cabo, la naturaleza nos ofrece una gama enorme de sabores y beneficios, y conocerlos es la mejor manera de aprovecharlos.
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